Berrinches
Después del primer año los niños se frustran más que antes. Es una etapa en que el angelito se convierte en un toro embravecido y le dan ataques de rabia llamados berrinches, perretas, rabietas, etc. A veces sorprenden a los padres por su violencia y alarmante ferocidad. Sin embargo, aunque parecen graves, son en realidad un hito muy importante del desarrollo. Si se les hace frente debidamente, enseñan al niño a resolver sus frustraciones, un asunto nada trivial.
Los berrinches, al menos las primeras veces, son una reacción a sentirse abrumado. Puede desencadenarlos el tener demasiadas alternativas en una situación dada, combinado con la incapacidad de tomar una decisión, o puede deberse a un exceso de estímulos, sobre todo si el niño está cansado. Con un poco de experiencia, los berrinches se ven venir y se aprende a evitarlos distrayendo o consolando al niño. Sin embargo, habrá veces que por mucho esfuerzo que se haga, Jimmy llegará a un punto en que no reaccionará y le dará el berrinche de todas formas.
Los casos de estudio ocurren aproximadamente a los quince meses. Jimmy tiene cara de que el mundo se ha acabado, se tira al piso y empieza a patear y a chillar. Durante unos minutos desahoga su frustración y se le olvida por qué estaba tan enojado. Entonces se calma como por arte de magia. Durante ese proceso, aprende que los momentos de crisis pasan, incluso las grandes crisis. Cuando usted tenía la edad de Jimmy también perdía el control y ahora es perfectamente capaz de quedarse sentada en su carro en medio de un embotellamiento sin salir del carro a gritar. El control de la frustración es una capacidad fundamental que deben adquirir los niños, igual que caminar o hablar. Si lo aprendan a esa edad, les irá mejor después, tanto desde el punto de vista cognitivo como emocional.
Aunque las estrategias de muchos padres para lidiar con los berrinches son bien intencionadas, a veces los empeoran, ya que es muy probable que el niño interprete los intentos de aplacar la situación como una señal de que le están prestando atención y empezará a disfrutar los berrinches, los cuales se harán más frecuentes e intensos. Si se les presta atención a las rabietas, se le impide al niño adquirir los mecanismos necesarios para lidiar con la frustración y algunos se convierten en niños quejones y llorosos.
Los primeros berrinches
En la casa
- Ignórelos, o sea, no haga nada al respecto. No distraiga al niño, no lo abrace ni le grite. Sencillamente no haga nada, aunque se esté dando cabezazos contra la pared. Deje que se dé cuenta de que duele.
- Cuando vea venir el berrinche, resista la tentación de entretenerlo dándole algo de comer, un caramelo o un juguete.
- Cuando pase la tormenta, no alabe a Jimmy por calmarse. En vez de eso, prosiga con las actividades de costumbre como si nada hubiera pasado.
Fuera de la casa
- Incluso si está fuera de la casa, trate de ignorar el berrinche. A lo mejor es un poco difícil y embarazoso; pero no será la primera persona cuyo hijo se haya revolcado por el piso del supermercado con una rabieta porque no lo dejaron ponerse de gorrito un filtro de colar café. Si la situación se torna tensa, póngalo en el coche o en el carrito de compra sin hacer ningún comentario o váyase de la tienda.
Si es firme con este método de no intervención, a Jimmy le darán solo algunos berrinches a los dos años y luego dejarán de pasarle a medida que desarrolla los mecanismos necesarios para lidiar con la frustración. Entonces volverá a ser su angelito.
Berrinches persistentes
A los dos años a Jimmy no deberían darle más berrinches. Si le dan, quiere decir que usted no los ha ignorado y sin querer ha reforzado su valor como táctica para recibir atención. Un niño que no ha aprendido a lidiar con sus frustraciones a estas alturas puede que carezca de los mecanismos necesarios para ello. El método de no intervención aún es válido, pero le dará más trabajo aplicarlo. Como usted ha establecido un patrón distinto, puede que Jimmy no reaccione con ecuanimidad ante su nueva postura Zen. Cuando no reciba la atención acostumbrada, probablemente le pegue a usted en vez de darse contra el piso. No ignore la violencia contra usted ni contra nadie más; es un mal comportamiento y debe disciplinarlo; pero tampoco le preste excesiva atención [Ver: Disciplina y límites].
Efecto duradero de los berrinches
Si a los berrinches no se les hace frente con tacto entre uno y dos años de edad, pudieran durar toda la niñez y más también. Cuando el niño se frustra por la menor cosa, le da un ataque de rabia. Normalmente es debido a la falta de constancia en la reacción de los padres a los berrinches de un niño temperamental. Los padres que reaccionan de distinta manera, o sea, a veces los ignoran, otras los castigan, otras los consuelan y otras los premian, no satisfacen la necesidad del niño de regularidad en el comportamiento y reacciones predecibles. Ese enfoque variable no solo desestabiliza la relación entre padres e hijos sino también los mecanismos internos del niño, lo cual trae como resultado fragilidad emocional. Si la propensión del niño a los berrinches alcanza proporciones extremas, afecta su comportamiento en la escuela y en la casa.
Los sicólogos infantiles y maestros con frecuencia recurren a la explicación del trastorno por déficit de atención para explicar el comportamiento de los niños que no pueden controlar sus frustraciones [Ver: Trastorno por déficit de atención]. A veces esos profesionales bien intencionados llevan a los padres a darles medicamentos a sus hijos por un problema que no tienen.
Nunca es demasiado tarde para enseñar a un niño a lidiar con sus frustraciones, aunque mientras más espere, más difícil será. Tal como explico antes, la indiferencia absoluta ante los berrinches es fundamental, excepto en los casos de mal comportamiento, por ejemplo, violencia, en los cuales se deben poner límites muy claros.